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“Multitudes inteligentes. La próxima revolución social” de Howard Rheingold

Aquel que se aproxime a Multitudes Inteligentes va encontrarse durante su lectura con cierto regusto a algo que ya sabe, pero que actualmente se denomina de otra manera. Es decir, en este libro nos encontramos con un autor que  propone hechos, actitudes y tecnologías que actualmente se encuentran muy difundidos y establecidos dentro de la Web, así como nuestra actual estrecha relación con las nuevas tecnologías aplicadas en el día a día. Puede que dé la impresión de que Reinhgold se hubiese equivocado a la hora de utilizar los términos que utilizamos actualmente para designar ciertas actitudes o tecnologías, pero somos nosotros los que erramos, porque ni el autor está desencaminado en su exposición de los hechos ni en su definición, ni el lector se encuentra ante un intento de cambiar lo ya establecido.

Más bien al contrario, nos encontramos frente un libro de prospectiva, un texto editado en 2004 que recopila las tendencias de ese año y nos invita a adentrarnos en aquello que va a ser de hecho común en los próximos meses. Sí, el gato al agua puede que se lo llevase O’Reilly fijando el término Web 2.0 en 2005, pero lo descrito por Rheingold, aunque también la señala, va más allá de la web colaborativa y de las herramientas que se derivarían de ella. De este modo, el autor abre su texto contándonos su fascinación al descubrir un cruce muy específico de Tokio (Shibuya), sorprendido por la actividad frenética de los adolescentes aporreando con los pulgares las teclas de sus móviles, así como las nuevas relaciones sociales que son capaces de establecer utilizando esta herramienta. Por supuesto que no se queda ahí, ya que lentamente se desplaza hacia otra tipología de colaboraciones tanto en el mundo físico como en el virtual, deteniéndose incluso en las Redes Sociales tan populares en los últimos dos años.

El título original del libro Smart Mobs, multitudes inteligentes, hace referencia específicamente a las potencialidades que nos brindan las nuevas tecnologías a la hora de expandir nuestra capacidad de análisis de un problema y aportar una solución. Así, por ejemplo, nos comenta el movimiento de ofrecer conexión a internet gratuita a través de WiFi en las principales ciudades norteamericanas, algo que sería tratado de llevar en España por la inicativa FON, y de forma concreta el hecho que durante los días posteriores al 11-S un movimiento colaborativo permitió que en la isla de Manhattan empresas y particulares pudiesen disponer de una conexión a Internet a pesar de las dificultades técnicas que se estaban encontrando tras el caos producido tras los ataques.

Por supuesto que la mirada hacia el futuro no se queda ahí. Rheihgold también nos hace visitar distintos centros tecnológicos donde se estudian las ropas inteligentes, así como la aplicación e integración de las nuevas tecnologías dentro de nuestras vidas diarias más allá de nuestros comportamientos sociales. Obviamente, esto queda un tanto lejano para su aplicación práctica más inmediata, pero teniendo presente el acierto de lo obvio -la red ubicua, la creación de herramientas colaborativas en la Web- el texto Multitudes Inteligentes puede estar preconizando un futuro no tal lejano.

Publicado en Homo Digitalis

8 comentarios

  1. […] | Hay mucho por aprovechar en la red , "Multitudes inteligentes. La próxima revolución social" de Howard Rheingold Etiquetas: libros socialmedia web2.0 revolucionsocial HowardRheingold multitudesinteligentes […]

  2. […] 22. Rheingold, H.: Multitudes inteligentes. […]

  3. Astrocuantico Astrocuantico

    No existen las multitudes inteligentes como no existen las multitudes no inteligentes. Son los individuos los inteligentes o los no inteligentes. Las multitudes signan que el individuo está sometido al grupo, depende de él y debe pensar como él. Las multitudes implican borrar el pensamiento libre de los individuos.

  4. […] de Lawrence Lessig, profesor de la facultad de derecho de Stanford, entrevistado por Rheingold en “Multitudes inteligentes.” Estos días leo de nuevo algunas reflexiones de Rheingold porque llevo un tiempo pensando en los […]

  5. Anónimo Anónimo

    Utilizar el término «revolución social» en el título del libro es una aberración al termino generado por los ideales libertarios, una breve reseña dejada en 1800 por Piotr Kropotkin:
    Establezcamos el primer caso; habéis cursado medicina; sois, pues, un facultativo. Un día un hombre de mano callosa, cubierta con una blusa, viene a buscaros para que asistáis a una enferma, conduciéndoos a casa de la paciente por una interminable serie de callejuelas, cuyas casas trascienden a pobreza.

    Llegáis, y os es forzoso casi encaramaros por una estrecha escalera, cuyo ambiente está cargado de hidrógeno, por las emanaciones que despide la torcida de un farol cuyo aceite se ha agotado.

    Después de salvar dos, cuatro o treinta escalones, penetráis en la habitación de la pobre enferma. Como vuestra alma está aún pura, el corazón os late con más violencia de la acostumbrada al contemplar a aquella infeliz, tirado sobre un mal jergón, y… a aquellas cuatro o cinco criaturas, lívidas, tiritando de frío, acurrucadas al lado de su pobre madre, a fin de recoger el calor de la fiebre, ya que allí huelga todo abrigo. Los infelices niños, a quienes la desgracia ha hecho suspicaces, os contemplan asustados y se arriman más y más a su madre, sin apartar sus grandes ojos espantados de vuestra persona.

    El marido ha trabajado durante su vida doce y trece horas diarias, pero ahora está de más hace tres meses; esto no es raro, se repite periódicamente. Antes no se notaba tanto su falta de trabajo, pues cuando esto acontecía su mujer se iba a lavar -¡quién sabe si habrá lavado lo vuestro!- para ganar una peseta al día. Pero ahora, postrada en el lecho del dolor hace dos meses, le es imposible, y la miseria más espantosa cierne sus negras alas en aquel hogar.

    ¿Qué aconsejaréis a aquella enferma, doctor? Desde luego habréis comprendido que allí reina la agonía general por falta de alimentación; prescribiréis carne, aire puro, ejercicio en el campo, una alcoba seca y bien ventilada. ¡Esto sería irónico! Si hubiera podido la enferma proporcionarse todo esto, no hubiera esperado vuestro consejo.

    Esto no es todo. Si vuestro exterior revela franqueza y bondad, os referirán historias tanto o más tristes; la mujer de la otra habitación, cuya tos desgarra el corazón, es una planchadora; en el tramo de abajo todos los niños tienen fiebre; la lavandera que ocupa el piso alto no llegará a la próxima primavera, ¡ah! ¡y en la casa de al lado, en la otra, la situación es peor!…

    ¿Qué pensáis de todos estos enfermos? Seguramente les recomendaríais cambio de aire, un trabajo menos prolongado, una alimentación sana y nutritiva; pero no podéis y abandonáis aquellas catacumbas del dolor con el corazón lacerado.

    Al siguiente día, y cuando aún no habéis desechado la preocupación de la víspera, un compañero os dice que ha venido un lacayo en carruaje para que fuerais a visitar al propietario de una casa, donde había enferma una señora extenuada a fuerza del insomnio, cuya vida está consagrada a visitas, afeites, bailes y disputar con su estúpido marido.

    Vuestro compañero le ha prescrito hábitos más moderados, comida poco estimulante, paseos al aire libre, tranquilidad de espíritu y ejercicios gimnásticos en su alcoba, a fin de substituir un trabajo útil: una muere porque ha carecido de alimento y descanso durante su vida, y la otra sufre porque nunca ha sabido lo que es trabajar.

    Si sois uno de esos repugnantes seres ante un espectáculo triste y miserable se consuelan con dirigir una mirada de compasión y beberse una copa de coñac, os iréis acostumbrado gradualmente a esos contrastes y no pensaréis sino en elevaros a la altura se los satisfechos para evitar tener que rozaros en lo sucesivo con los desgraciados.

    Pero si al contrario, sois hombre; si el sentimiento se traduce en voluntad y la parte animal no se ha superpuesto a la inteligencia, volveréis a vuestra casa diciéndoos: -Esto es infame-; esto no puede continuar así por más tiempo. Es menester evitar las enfermedades y no curarlas. ¡Abajo las drogas! Aire, buena alimentación y un trabajo más racional; por ahí debe comenzarse; de otro modo, la profesión de médico sólo es un engaño y una farsa.

    En ese mismo instante comprenderéis el anarquismo y sentiréis estímulos por conocerlo todo; y si el altruismo no es una palabra vacía de sentido, si aplicáis al estudio de la cuestión social las rígidas inducciones del filósofo naturalista, vendréis a nuestras filas y seréis un nuevo soldado de la Revolución social.

    Fuente: http://www.portaloaca.com/pensamiento-libertario/1807-a-los-jovenes-panfleto-revolucionario-de-kropotkin.html

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